Artículo escrito para la revista El Sigma. Por Valeria Casal Passion.
La musicalidad fundante de lo subjetivo es huella, la música es formante de los procesos identitarios y como tales convocan sensaciones, emociones, pronunciamientos, discursos eminentemente subjetivos y personalísimos, por eso no, no pueden tomarse a la ligera.
Presuponiendo sus efectos benéficos o maléficos según el fin, la música como producto y proceso humano fue transformada en histórica cómplice de prácticas aniquilantes, masificantes y colmadoras del narcisismo.
La historia y la experiencia pone en evidencia la responsabilidad, legalidad, juicio crítico, fundamento ético y científico de las intervenciones que en salud y otros ámbitos se requieren a fin de que éstas conformen prácticas subjetivantes, buenas prácticas clínicas. Hay derechos humanos personalísimos, el decir en todas sus formas, la escucha y el silencio no escapan a estas consideraciones.